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Esta historia fue producida con el apoyo editorial de la periodista Jenny Manrique.
Proporcionar cuidados a un anciano conlleva mucha responsabilidad. En algunos casos, los cuidadores pueden ser quienes preparan las comidas, hacen los recados, proveen compañÃa y, sobre todo, se aseguran de satisfacer todas las necesidades de la persona.
Este ya era un trabajo exigente. Pero ahora, con la llegada de COVID-19, se ha vuelto más complicado.
William Palmer III cuida de su abuela de 92 años, apoyado de otros 70 familiares en la zona. Una vez a la semana, un puñado de familiares se comunica por teléfono para decidir quién está disponible para ayudar y asegurarse de que una sola persona no tenga que hacerlo todo.
A pesar de toda esta ayuda, Palmer dice que ser cuidador todavÃa conlleva un mayor grado de responsabilidad. Con la amenaza de COVID-19, él y sus parientes tienen que ser muy cuidadosos para no contagiar a su ser querido.
“Fui a pescar con un amigo, quien unos dÃas después dio positivo en el test de COVID. Asà que durante dos semanas, me encerré en mi casa y no pude ayudar a la familia”, explicó Palmer.
“Cuando te preocupa traer a la casa una enfermedad que puede matar a tu abuela de repente… ya no quieres [ser un cuidador], porque no quieres que (nadie) muera”.
Es más difÃcil descansar
Para otros cuidadores, descansar regularmente se ha vuelto más difÃcil.
Cuando a su padre le diagnosticaron demencia en 2016, April Hardenbol se mudó con él para ser su cuidadora de tiempo completo. Aunque era una tarea desafiante, organizó una rutina que le permitÃa tener tiempo para sà misma.
Dos veces por semana, un cuidador le ayudaba en la casa durante unas cuatro o cinco horas. Además, su padre asistÃa a la guarderÃa de adultos en Continuum dos o tres veces a la semana, donde participaba en un programa por unas horas, dándole a Hardenbol un merecido descanso. Durante este tiempo, ella podÃa ver una pelÃcula, comer con amigos o hacer recados para relajarse.
Pero COVID-19 cambió esta rutina por completo.
Si hubiera estado expuesta (al virus) y no lo supiera, y ellos se enfermaran, serÃa mi culpa”.
Durante los cierres de negocios iniciales, Continuum cerró temporalmente por casi dos meses. La disponibilidad de cuidadores para el hogar se volvió limitada. Y aun teniendo tiempo libre, Hardenbol no podÃa ir a ningún lado: la mayorÃa de lugares de entretenimiento, como cines y restaurantes, estaban cerrados.
“Siento que antes de COVID hice un muy buen trabajo construyendo un sistema de apoyo para él y para mà aquÔ, expresó Hardenbol. “Y todo eso se esfumó… Todas esas cosas que habÃa establecido para ayudarnos a ambos a sobrellevar la situación, han cambiado”.
Buscando un poco de alivio, ella decidió llevar a su padre a visitar a su familia en Massachusetts durante seis semanas. Allà los miembros de la familia la ayudaron, y finalmente pudo tener un respiro.
Cuando regresaron, Continuum habÃa reabierto, pero Hardenbol no estaba convencida de cuan seguro serÃa para su padre volver allÃ. . A pesar de que tendrÃa un descanso, le preocupaba ponerlo en mayor riesgo de contraer COVID-19.
“[Continuum hace] un gran trabajo. Toman las temperaturas en la entrada y mantienen a las personas tan distantes como pueden, pero realmente estoy en un dilema”, reveló Hardenbol. “Qué pasa si lo expongo innecesariamente… me sentirÃa horrible si, de alguna manera, ayudara a expandir (el virus) entre esa población”.
Hardenbol también tiene dudas sobre mantener a su padreen casa. Sin ir a la guarderÃa de ancianos, sin poder llevarlo a hacer mandados, o dejarlo ver a sus amigos, ella es la única persona con la que interactúa. Añadió que le preocupa que el aislamiento lo afecte negativamente.
“Es muy difÃcil conseguir que quiera hacer otra cosa que no sea ver la televisión y dormir”, sostuvo. “Especialmente al principio de COVID y después de uno o dos meses… sentà que se estaba muriendo lentamente y desvaneciendo ante mis ojos”.
Las mascarillas y el distanciamiento social se convierten en una barrera
La situación es ligeramente diferente para aquellos que cuidan de personas fuera de su familia. Teri Peterson, una cuidadora privada para Like a Daughter, cuida de cinco clientes durante la semana. Explicó que el contacto fÃsico era una gran parte de su trabajo antes, ya que la mayorÃa de sus clientes no tiene familia cerca con la que conectarse. Sin éste , las cosas han cambiado significativamente.
“El aspecto afable es muy, muy diferente a lo que era”, dijo. “Lo cual es triste para [algunos de ellos], porque sé que disfrutaron eso… el único abrazo que recibÃan de alguien era el mÃo”.

Foto: RitaE de Pixabay
Sin embargo, dijo que entiende que usar una mascarilla y mantenerse a una distancia de seis pies es una precaución necesaria. Peterson aclaró que en muchos casos, ella es la única que tiene contacto directo con sus clientes, por lo que tiene la responsabilidad adicional de no propagar el virus.
“Estoy fuera de casa. Estoy con otros clientes. Estoy con otras personas”, afirmó. “Sabiendo que soy la única en ese apartamento o casa… si hubiera estado expuesta (al virus) y no lo supiera, y ellos se enfermaran, serÃa mi culpa”.
La comunicación también se ha vuelto más importante entre ella y los familiares de sus clientes. Como las familias han estado más distanciadas últimamente, ella ha sido la única que ha visto a algunos clientes de forma regular. Por lo tanto, ella mantiene a las familias actualizadas sobre cómo están sus seres queridos.
A pesar del estrés adicional, ésta ha sido una oportunidad para cuidar mejor de sà misma, explicó Peterson.
“Tiendo a ponerme en último lugar”, señaló. “Asà que creo que he estado un poco más motivada para mantenerme sana y asà poder dar a otros lo que necesitan”.
Hardenbol también estuvo de acuerdo con la importancia de cuidarse a sà misma como cuidadora.
“Siempre dicen que el autocuidado es tan importante como el cuidado”, dijo Hardenbol. “Bueno, COVID añadió una capa de complejidad a [eso]… es sin duda un desafÃo”.
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